DE TETAS Y REINCIDENCIA

Qué me voy a encontrar:

Hoy os quiero hablar de mis vicisitudes con la lactancia

Hasta los seis meses he sido muy fan del tetamen. Jamás he tenido problema alguno con el tema, y el destete ‘forzoso’ no tuvo mayor complicación, que comprar la Nidina y hacer el bibe. Pablo lo llevó sorprendentemente bien, llegó un punto en el que se criaba a temperatura ambiente. Tardes de terraceo y bibes improvisados con agua del tiempo, a los que mi tragaldabas no hacía ascos. (Me considero afortunada).

Como os decía, para mí la lactancia tenía su punto, y el destete no lo llevé con el entusiasmo que cabría esperar, ni entré en un éxtasis de liberación (al poder delegar).

Nunca tuve las famosas grietas pezoniles, ni que recurrir pezoneras, asesores, grupos y demás historias que ayudan (o eso dicen) a favorecer el agarre.
Así que la única diferencia que encontré entre amamantar y no, fue que se me pusieron los ‘pechotes’ como piedras. Que tenía que ordeñarme de vez en cuando para aliviar la presión…

Reincidencia

reincidencia en la lactancia mea culpa

Total, que como que la cosa no quiere, retomé la vieja costumbre de dormir, consolar (y esas cosas de madre), permitiendo a lechoncito ‘amorrarse al pilón’.

No sé para el resto de mamis cómo ser. Para algunas es un suplicio, mientras otras entran en un éxtasis epifánico-oxitocínico que ríete tú de los orgasmos.
A mí la teta me ha parecido práctica. Te saca de muchos apuros en berrinches, trastazos… Incluso en esos días que, por estar malito, necesita más contacto.

Y bueno, ha ido pasando el tiempo, mis pezones y yo hemos vivido desde la eclosión dental, el comienzo de lo que probablemente termine en bruxismo, pellizcos a la teta libre, mordiscos cuando se duerme, hasta ese manoseo ansioso (no me gusta nada, es desagradable parece un yonki o un poseso)

En este punto, pensaréis, pues destétale, que te va a ‘despezonar’. Y tenéis razón, no es por una ‘enajena

ción amamantoria’ o deidad maternal. Es que, jolín, no es tan fácil.

Dejé pasar la oportunidad.

El tren de los seis meses (en los que se dejaba hacer y deshacer con total conformidad) pasó y no creo que vuelva.

Lo he intentado varias veces, he tenido que recurrir al sacaleches bocinero (no sé si lo conocéis, el más cutre de la farmacia). Porque pensaba que -literalmente- me explotaban las tetas por la dichosa mastitis. Que no es sólo la «comodísima» sensación de tetamen pétreo, no. Es que te da hasta fiebre.

Pero siempre ocurría algo que frustraba (una y otra vez) mis intentos de destete. Cuando no se daba un coscorrón de esos de llanto inconsolable, se ponía pachucho (o me ponía yo y por no cargarle en brazos -por miedo a troncharme cual rama seca-)… Terminaba por sacarme el tetamen.

Y esa es otra, lactar te condiciona a la hora de vestir. Debe ser algo con lo que puedas liberar pechamen, sin terminar desnuda. Así que se terminó la ‘teta pública’ y no por que el tema me parezca que requiera cierto grado de intimidad, o me dé pudor mostrar un pecho al gran público. Sinceramente es incómodo, y si hace frío ni te cuento.

Mi operación destete parece abocada al fracaso. Y lo mejor es que me importa un bledo

Además, lo que pueda quedar de rebeldía en mí, se regocija al ir en contra de la legión de brasas supremos que me torran con el:

«¿Pero aún le das el pecho? Eso ya no le alimenta…»

Que qué leches (núnca en mejor contexto) les importará el tipo de leche con que consume mi vástago. Son peores que los de la Liga de la leche.

Si los espantaembarazadas ya me tenían hasta el útero, estos nuevos aconsejadores de crianza me tienen hasta las tetas.

Ea, ya lo he dicho.

Hasta la próxima, mis agotados ‘pechotes’, mi ‘yonkarra tetil’ y yo devolvemos la conexión.

la gente sabe mucho, o eso se cree
Crónicas Maternas
La Marujer

EL CONSEJO DE SABIOS

Hoy os os hablaré de esos ‘aconsejadores’ en su mayoría mujeres entradas en años, que se toman la libertad -mientras intentas lidiar con el berrinche de tu retoño- de darte consejos. Consejos, dicho sea de paso, que nadie les ha pedido. Ser madre a tiempo completo te dibuja tanto una ‘osopanditis’ perenne como una sonrisa de orgullo cada vez que el fruto de tu ser aprende alguna ‘cuquimonada’.

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